El negocio de la prostitución se ha disparado con la crisis económica. Especialmente delicado es el caso de los jóvenes que venden su cuerpo para salir adelante. Hay que tener una formación», dice. Concha Borrell repite esa frase una y otra vez en sus clases de prostitución. Sus alumnas son seis chicas que quieren ser prostitutas. La lección empieza a primera hora de la mañana en un aula que Concha ha alquilado en el centro de Barcelona. Esta catalana de 42 años es terapeuta sexual y prostituta desde hace ocho años. Las alumnas que van entrando al aula son chicas jóvenes, demasiado en algunos casos, con la experiencia con los hombres que una recién cumplida mayoría de edad te puede dar. También hay alguna mujer que sobrepasa los 40 y que la vida les ha puesto en el camino de la prostitución por una necesidad económica.
Carencia de lo que había vivido me preparó para el cambio que experimentó mi existencia al conocer a Clara. Reconozco que la había echado el ojo al verla transitar por los pasillos de la oficina, pero su aspecto aniñado y su timidez jamás me habían predispuesto a ligar con ella. Siempre me habían gustado las mujeres desenvueltas y con iniciativa, por eso la dulzura y el bochorno que mostraba esa chavala cada tiempo que se cruzaba conmigo, no me resultaban atractivos. Poco a poco me fui convenciendo del pedazo de hembra que tenía a mi lado y por eso cada vez con mas frecuencia, no pude evitar que mis ojos se recrearan en la bajura de su escote. Os reconozco que, gracias a su postura forzada, cuando descubrí el inicio de sus pezones, me quedé tan encantado como excitado. Aunque nunca me lo hubiese imaginado, Clara no solo era dueña de unos pitones de locura sino que esas dos maravillas estaban decoradas por unas enormes areolas.